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Herederos de una vocación

07/03/2018
Tres hijos de arquitectos que siguieron los pasos de sus padres cuentan las experiencias en la profesión.
Herederos de una vocación

Valeria tenía cinco años y escuchaba a su padre hablar por teléfono sobre un nuevo proyecto para un hotel y oficinas. En su cabeza de niña, las palabras se transformaban en imágenes y formas, y decidió hacerlas realidad. Cortó papel, cartón y usó sus mejores colores para armar una maqueta.

Al otro día se la llevó a su padre, el arquitecto Néstor Sztryk —creador de hoteles como el Sheraton y Hyatt de Montevideo, edificios como Millenium y Le Jardin, y actualmente Fendi-Chateau en Punta del Este—, quien al observar el resultado supo que su hija seguiría sus pasos. Hoy es casi una realidad, pues Valeria está próxima a recibirse de arquitecta en la Facultad de Arquitectura de la Universidad ORT Uruguay.

Sebastián Bazzurro, graduado de arquitecto en 2008 y hoy al frente del estudio Bazzurro Arquitectos que fundó Claudio Bazzurro en 1975, también asegura que su pasión por la arquitectura le fue transmitida desde muy pequeño, cuando veía a su padre trabajar en proyectos o lo acompañaba a las obras.

Entre los proyectos del estudio se destacan las residencias, pero también obras como el Edificio Green Field, los salones de fiesta Punta Cala, la urbanización de Jardines de Carrasco o la ampliación del Carrasco Lawn Tennis.

Otro caso es el del arquitecto Guzmán Herrera, también graduado de la Universidad ORT Uruguay, quien continuó el legado de su padre, Manuel Herrera Lussich, cuyo estudio fundado en 1962 hizo la remodelación del Hipódromo de Maroñas y construyó el Colegio Impulso, entre otras obras, además de construir casas y edificios.

Además, Herrera Lussich fue docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad ORT Uruguay y, aunque no fue profesor de su hijo, observó su pasaje por las aulas con el orgullo de ver cómo su amor por la arquitectura permanecía en la familia.

Arq. Sebastián Bazzurro

“Mi padre siempre ha sido muy abierto con su trabajo. De niño nos dejaba participar en sus proyectos y lo veíamos trabajar en casa. Eso me despertó la curiosidad”, dice hoy Sebastián, que de todos modos asegura que no sintió la presión de su padre para que siguiera con la empresa familiar.

“De chico me gustaba dibujar y era la materia en la que me iba bien. Me costaba estudiar, pero en el dibujo me sentía cómodo y me iba bien. Creo que por eso en mi cabeza siempre tuve claro que quería ser arquitecto o algo relacionado con el dibujo. No tengo recuerdo de haber sentido las ganas de seguir otra profesión. Siempre quise hacer lo que hacía mi viejo”, recuerda.

Solo una vez, dice Sebastián, su padre le dio un consejo vinculado a la carrera. Entonces lo escuchó y hoy asegura que fue una buena decisión. "Hubo un momento, cuando estaba terminando 6.º de liceo que pensé en ser constructor. Entonces me dijo: ‘Si vos querés ser constructor, estudiá Arquitectura, porque así, llegado el caso, podés ser las dos cosas. Si sos constructor, luego no podés ser arquitecto. Estudiá arquitectura y podés elegir`”. Y eso fue lo que hizo. Ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad ORT Uruguay, que entonces tenía pocos años de creación.

Desde antes de recibirse, Sebastián trabaja con su padre en el estudio, y desde hace unos años está al frente de la empresa, siempre con el respaldo paterno.

En ese vínculo laboral entre padre e hijo muchos señalan ventajas y desventajas, pero Sebastián asegura que él ha disfrutado solo de cosas positivas. “En mi caso siempre vi a mi padre como un docente, tanto en la vida como en la profesión”.

Cuando aún era estudiante, por ejemplo, Sebastián cuenta que su padre le daba trabajos para que hiciera proyectos de viviendas reales, para que practicara y anticipara lo que iba a pasar después de que se recibiera. “Él era como el docente y estaba bueno”.

En esa época de estudiante, los trabajos que hacía para la facultad luego los veía con su padre. “Traté de aprovechar al máximo todo, tanto en mi casa como en la facultad".

Además, de chico, como primer hijo, mi viejo siempre me explicaba desde cómo desarmar un enchufe hasta las cosas de sanitaria. Y cuando vi esos temas en facultad ya sabía muchas de esas tareas y podía aprovecharlas aún más. Además me gustan, tengo manualidad y me sirve mucho en mi trabajo. Todo eso lo aprendí de muy chico”.

El vínculo de mentor aún se mantiene, ya con 10 años de ejercicio en la profesión. “El año pasado hice mi casa desde cero y como guía siempre conté con mi viejo. No es nada fácil para un arquitecto hacerse su propia casa”, asegura Sebastián.

Por supuesto, reconoce que recorrer un “camino hecho y un estudio armado” es un gran impulso, pero ante eso subraya que el desafío es mantenerlo y lograr la confianza de los clientes para que el estudio siga funcionando con el mismo reconocimiento.

Valeria Sztryk, estudiante de Arquitectura

A Valeria desde niña le interesaba armar cosas y la arquitectura fue una de las opciones vinculadas a la creación.

“De chica bordaba, cosía, me gustaba el diseño, pero de todos modos mi opción siempre fue estudiar arquitectura, porque a través de mi padre pude ver cómo esa disciplina se aplica a todo”, cuenta hoy, mientras cursa el noveno semestre de Arquitectura en la Universidad ORT Uruguay.

“Es una carrera muy amplia. Si te gusta la moda, podés trabajar en la construcción de tiendas y vidrieras; y si te gusta la medicina, podés hacer diseño de hospitales, por ejemplo”, reflexiona.

Ese mundo diverso de la arquitectura no es ajeno para Valeria, que solía pasar tiempo con su padre en obras y luego en showrooms de sus construcciones.

A través de esa experiencia, señala que el mensaje más importante que le transmitió su padre es la importancia de pensar qué experiencia le quiere transmitir al usuario del proyecto, es decir, la incentiva a ir más allá de la arquitectura.

“Ya no solo importa el espacio. Ahora la gente quiere sentir emociones dentro de ellos. Ese valor es como una cuarta dimensión y es lo más difícil de incorporar en los proyectos. Primero es necesario pensar cuál es la experiencia que querés transmitir, y allí sentarte, pensar y dibujar. Hoy la arquitectura no se puede quedar solo entre cuatro paredes”.

Para Valeria, lo que ha aprendido en la Universidad ORT Uruguay ha acompañado esa idea, y la potenció además con una experiencia de estudio en el exterior que realizó en el octavo semestre apoyada por el Programa de Intercambio de la universidad.

“Irme de intercambio a University of San Diego (USD), en California, donde estudié un semestre, me permitió ver el valor de la formación de ORT. Me di cuenta que te da un panorama muy completo de la profesión y esa visión integral te ayuda a crear cosas mucho más complejas”.

“La carrera incluye desde historia, estructura, hasta todos los acondicionamientos térmicos, acústicos, sanitarios, y aunque en el momento que estás estudiando te preguntás por qué abarca tanto, después te das cuenta que todo tiene un sentido y es muy enriquecedor”, asegura.

En el intercambio eligió las materias con ese mismo criterio abarcativo. Optó por Proyecto, una materia que funciona como una columna vertebral de todo lo que se aprende durante la carrera, además de diseño web y otra sobre arte relacionada con niños, que complementan y amplían la formación que ya incluye la carrera.

“Tanto mis padres como el coordinador de la carrera me incentivaron para que me fuera de viaje. Durante el intercambio mi padre fue a verme. Y además yo quería que viniera para compartir lo que para él siempre fue una asignatura pendiente", dice Valeria, que sabía que su padre iba a disfrutar al menos a través de ella.

Arq. Guzmán Herrera

“Papá no hablaba; dibujaba. Su idioma era un lápiz”. Así definió el arquitecto Guzmán Herrera a su padre, Manuel Herrera Lussich, fallecido en 2013, reconocido arquitecto que también fue docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad ORT Uruguay.

Su padre, recuerda Guzmán, vivía pensando en la arquitectura, y en su familia a todos les gustaba esa disciplina. En la casa familiar, Herrera Lussich tenía su tablero, y sus hijos correteaban alrededor, veían cómo proyectaba y en qué estaba trabajando.

Ese entorno y esa vivencia marcaron a Guzmán, que también asegura que siempre supo que la arquitectura era su vocación. Por eso empezó a trabajar con su padre en el estudio, incluso antes de empezar a estudiar.

Sin embargo, Herrera Lussich era muy estricto en su trabajo y a Guzmán siempre le marcaba que, pese a su buen desempeño, él no tenía el título de arquitecto. “Por eso me decidí”, confiesa hoy, ya al frente del estudio que fundó su padre y en el que trabaja desde hace 20 años.

Cuando entró en facultad era más grande que sus compañeros. “Por eso trabajé para pagarme la carrera, e ir a estudiar suponía un esfuerzo doble porque también trabajaba. Y fue justamente la organización que encontré en ORT lo que me permitió hacerlo”, asegura.

“Trabajaba e iba a estudiar y aprovechaba todo el tiempo en clase. No me distraía ni un segundo. La organización de los cursos, saber que podés ir a clases en horarios específicos y luego dedicarte a estudiar o trabajar, hace que puedas recibirte en los años indicados y estudiar de manera ordenada”, afirma Guzmán.

“La facultad me dio el bagaje técnico, que se sumaba a la experiencia que ya tenía”, agrega.

Su padre también fue docente de ORT, donde colaboró en la materia Proyecto, junto con otro docente. Guzmán no llegó a ser su estudiante, porque ya estaba avanzado en la carrera, pero recuerda el valor que le daba Herrera Lussich a la formación que se imparte en la facultad.

“Mi padre incluso llevó a trabajar al estudio a algunos estudiantes de ORT porque valoraba la disciplina que tienen quienes estudian ahí”, dice Guzmán.

Aún hoy recuerda los consejos que le daba su padre respecto a la profesión. Como el valor de proyectar a mano, sobre el funcionamiento de las plantas y en ponerse en la cabeza de cómo viviría en sus construcciones una persona imaginaria. Todo eso es parte del legado que no se transmite en los genes pero que, como una herencia intangible, pasa de generación en generación.

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