En ocasiones también referida como arquitectura agresiva o arquitectura antivagabundos (del inglés anti homeless architecture), se caracteriza por el uso de elementos arquitectónicos y urbanísticos que buscan controlar, limitar o excluir a determinados grupos de personas en un entorno urbano.
A continuación algunas de las características de la arquitectura hostil, sus desafíos y algunas alternativas hacia un diseño inclusivo.
Qué es la arquitectura hostil y sus características
En Creating Defensible Space (1996), del arquitecto norteamericano Oscar Newman, se describe que la arquitectura hostil refiere a una estrategia de diseño urbano que emplea elementos arquitectónicos y urbanísticos para influir en el comportamiento humano y disuadir ciertas actividades no deseadas en el espacio público.
Estos elementos pueden incluir, por ejemplo, dispositivos físicos, barreras, mobiliario urbano incómodo, iluminación inadecuada y distribución espacial que dificulta o impide el acceso confortable y la usabilidad del espacio por parte de algunas personas.
Esta forma de diseño se caracteriza así por su objetivo: provocar incomodidad, desalentar comportamientos no deseados (como, por ejemplo, pernoctación o patinaje), excluir y restringir el uso del espacio.
De acuerdo a lo referido en Public and private spaces of the city (2003) por Ali Madanipour, profesor de diseño urbano en la Universidad de Newcastle, estos elementos en el diseño tienden a crear entornos que “carecen de humanidad estética”.
Hat jemand eine halbwegs schlüssige Erklärung warum man Zacken auf einen Durchgangsbegrenzer macht?
— paek HH (@paekhh) June 16, 2023
Große Kinderwagen, Lastenräder, Tandems, etc kommen hier übrigens garantiert nicht durch.
Aktueller Ausblick:
Heimstättenstrasse pic.twitter.com/N6TLLaK1NZ
En tal sentido, los elementos utilizados en la arquitectura hostil suelen ser denominados “dispositivos hostiles” y están diseñados para evitar actividades como el vandalismo, el “uso indebido” del espacio o la ocupación por personas sin hogar.
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Características de la arquitectura hostil
Algunos ejemplos comunes de elementos utilizados en la arquitectura hostil incluyen:
Divisiones antidurmientes en bancos públicos
Estos dispositivos se instalan para evitar que las personas sin hogar puedan dormir en los bancos durante la noche.
Superficies con elementos punzantes o ásperas
Se utilizan en áreas donde se desea evitar que las personas se sienten o acuesten, como alféizares de ventanas o bordes de muros.
Dispositivos de reproducción de sonidos desagradables
Se instalan para disuadir a las personas de permanecer en lugares específicos.
Vallas y cercas antiinvasores
Se colocan en áreas públicas para evitar el acceso no autorizado o la ocupación por vendedores ambulantes.
Mobiliario urbano diseñado incómodamente
Algunos elementos de mobiliario urbano, como asientos con divisiones o apoyabrazos incómodos, se utilizan para desalentar a las personas sin hogar de utilizarlos como lugares de descanso.
Iluminación inadecuada
La falta de iluminación o una iluminación deficiente en ciertas áreas públicas puede crear una sensación de inseguridad y disuadir a las personas de utilizar espacios.
Estos ejemplos ilustran cómo la arquitectura hostil se ha aplicado en diferentes contextos urbanos con el objetivo de controlar y restringir comportamientos en el espacio público.
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Breve historia de la arquitectura hostil y su evolución
La arquitectura agresiva u hostil tiene sus raíces en los primeros intentos de controlar y gestionar el espacio público en el siglo XX. A lo largo de la historia, el diseño urbano ha sido influenciado por preocupaciones relacionadas con la seguridad, la ordenanza pública y el control social.
“Estas preocupaciones llevaron al desarrollo de estrategias de diseño que buscan limitar ciertos comportamientos y usos del espacio público”, señalan los arquitectos Stephen Graham y Simon Marvin, docentes de la Universidad de Durham, en su Splintering urbanism: Networked infrastructures, technological mobilities and the urban condition (2001).
Durante las décadas de 1950 y 1960, surgieron ideas y teorías que defendían un enfoque más disciplinado del espacio público, promoviendo la segregación y el control social. En ese período, se llevaron a cabo proyectos de renovación urbana que restringieron la circulación de personas en el espacio público y promovieron una arquitectura hostil hacia ciertos grupos de población.
Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XX, también se desarrollaron perspectivas críticas a la arquitectura hostil y esta agresiva forma de diseño. Se cuestionó su impacto en la inclusión social, la calidad de vida de las personas y la vitalidad de los espacios urbanos. Esto llevó a un cambio de enfoque hacia un diseño urbano más inclusivo, participativo y centrado en las necesidades de las comunidades.
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La dimensión humana: críticas y alternativas a la arquitectura hostil
La arquitectura hostil ha sido objeto de críticas por su enfoque excluyente y su impacto negativo en la comunidad.
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El argumento más evidente es que esta estrategia no aborda las causas subyacentes de los problemas urbanos y puede estigmatizar y excluir a diversos grupos de personas, especialmente a aquellos en situación de vulnerabilidad. En tal sentido, las alternativas a la arquitectura hostil se centran en enfoques más inclusivos y participativos en el diseño urbano.
Como el reconocido arquitecto y diseñador danés Jan Gehl refiere en su Cities for people (2010), estos enfoques promueven la participación ciudadana, la diversidad de usos del espacio público, la mejora de la accesibilidad y la iluminación, y la creación de entornos urbanos acogedores y seguros para todas las personas.
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Para Gehl, “primero moldeamos a las ciudades y luego ellas nos moldean a nosotros”, sin embargo, la “dimensión humana” en el diseño ha sido relegada a un segundo plano. Conjuntamente, a este respecto, apunta:
"Hace ya varias décadas que la dimensión humana ha sido minimizada como una cuestión a atender dentro del planeamiento urbano, mientras que otros temas, como el manejo del constante aumento del tráfico vehicular, han pasado a ser primordiales. A esto hay que sumarle que las diversas ideologías que han dominado la disciplina —principalmente el modernismo— le han otorgado cada vez menor prioridad al espacio público y al rol de la ciudad como lugar de encuentro para sus habitantes. Por último, no se puede dejar de mencionar que las fuerzas del mercado y ciertas tendencias arquitectónicas han dejado de hacer foco en las interrelaciones y los espacios comunes de la ciudad para hacer hincapié en los edificios individuales, que en este proceso se han hecho cada vez más aislados, introvertidos y desdeñosos".
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Además, el referido Madanipour también señala que es fundamental que arquitectos, urbanistas y responsables de la planificación urbana consideren cuidadosamente las implicaciones sociales y éticas de los diseños urbanos, promoviendo entornos inclusivos, accesibles y capaces de fomentar la participación ciudadana en el espacio público.
La arquitectura hostil plantea desafíos y controversias en el diseño urbano contemporáneo. Si bien puede tener como objetivo controlar y gestionar el espacio público, su impacto en la equidad y la inclusión social es motivo de preocupación.
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En este contexto, es esencial que los profesionales del diseño urbano adopten enfoques más inclusivos, participativos y centrados en las necesidades de las comunidades para crear entornos urbanos acogedores y seguros para todas las personas.
Aunque existen líneas argumentales que afirman que estas medidas son necesarias para garantizar la seguridad y el orden en los espacios públicos, la arquitectura hostil ha sido objeto de críticas significativas por su enfoque materialista, clasista e individualista. Además, estas soluciones no solo no abordan las causas subyacentes de los problemas sociales, sino que intensifican la exclusión y la marginalización de personas que ya están al margen de la sociedad.
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El diseño urbano inclusivo frente a la arquitectura hostil
Frente a los desafíos que plantea la arquitectura hostil, el diseño urbano inclusivo emerge como una alternativa que busca crear entornos urbanos accesibles, seguros y acogedores para todas las personas, sin importar su edad, género, capacidad o situación socioeconómica.
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El diseño urbano inclusivo se basa en la participación comunitaria, involucrando a residentes, grupos comunitarios y partes interesadas en el proceso de toma de decisiones. La inclusión de diversas perspectivas garantiza que los espacios públicos satisfagan las necesidades y deseos de todos los miembros de la comunidad.
La accesibilidad es otro elemento clave del diseño urbano inclusivo. Los espacios públicos deben ser diseñados de manera que sean accesibles para todas las personas, incluyendo aquellas con capacidades físicas alternativas y movilidad reducida. Esto implica eliminar barreras arquitectónicas, proporcionar rampas y ascensores, y ofrecer señalización clara y comprensible para facilitar la orientación.
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Diseño urbano sostenible: un enfoque holístico
Además de la inclusión, el diseño urbano sostenible es fundamental para el bienestar de nuestras ciudades y el medioambiente. Este enfoque busca minimizar el impacto ambiental de los edificios y espacios públicos, fomentando la eficiencia energética, el uso de materiales sostenibles y la conservación de los recursos naturales.
En el diseño urbano sostenible, se promueve la integración de tecnologías verdes y soluciones ecoamigables. Esto incluye la implementación de sistemas de energía renovable, la captación y reutilización del agua de lluvia, la creación de espacios verdes y la protección de la biodiversidad.
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Impacto del diseño urbano inclusivo y sostenible
Un diseño urbano inclusivo y sostenible tiene múltiples beneficios para la comunidad. Estos espacios promueven el bienestar comunitario al fomentar la interacción social, la participación cívica y el sentimiento de pertenencia. Además, se fortalece la cohesión social al crear entornos que valoran y respetan la diversidad de las personas.
La calidad de vida de los residentes también mejora en entornos urbanos inclusivos y sostenibles. La presencia de áreas verdes y espacios abiertos brinda oportunidades para el esparcimiento y la recreación, mejorando la salud física y mental de las personas. Asimismo, se fomenta la movilidad sostenible y se reducen los impactos negativos en el medioambiente.
La arquitectura hostil plantea desafíos significativos en términos de inclusión social y sostenibilidad. Si bien puede parecer una solución rápida para abordar ciertos problemas, su impacto a largo plazo puede ser negativo, intensificando la exclusión y perpetuando las desigualdades existentes.
Por el contrario, un diseño urbano inclusivo y sostenible promueve la equidad, la cohesión social y el bienestar comunitario. Es esencial que los arquitectos, urbanistas y legisladores trabajen de la mano con las comunidades para crear entornos urbanos que reflejen la diversidad de las personas, promoviendo la inclusión y la participación activa de todos.
A través de un diseño urbano inclusivo y sostenible, podemos construir ciudades acogedoras, equitativas y sostenibles, mejorando la calidad de vida de todos sus habitantes. El diseño urbano tiene el poder de transformar y mejorar nuestras comunidades, y es nuestra responsabilidad utilizar este poder de manera responsable y consciente.
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