Si bien Uruguay no cuenta con una arquitectura autóctona, como sí ocurre en el caso de otros países de la región, el valor de este arte en la construcción de la identidad y la cultura uruguaya resulta indiscutible.
Desde la época colonial e independentista a la actualidad, en este recorrido te invitamos a conocer algunas de las obras más importantes de la arquitectura de Uruguay.
Cabildo de Montevideo (1804)
Como innegable protagonista de muchos de los acontecimientos sociopolíticos, identitarios y culturales más destacados de la historia de Uruguay, el Cabildo de Montevideo es un emblema que atestigua y recupera la temprana vida citadina de la época colonial española e independentista, siendo una de las obras más importantes de la arquitectura uruguaya.
Emplazado en el corazón de la antigua Ciudadela, este edificio fue construido nada menos que en 1804 como Cabildo y Reales Cárceles y, junto a la Catedral de Montevideo, es una de las principales obras arquitectónicas neoclásicas y coloniales de Uruguay. Además, desde 1958 funciona como sede del Museo Histórico Municipal.
La obra fue estructurada sobre la base de salas rodeando cuatro patios internos, típicos de la época, y con un cuerpo central constituido por la escalera y locales de servicio. Como toda edificación neoclásica, posee un fuerte sentido funcional. En la planta baja se ubicaba la cárcel, mientras que el resto de las funciones quedaban relegadas a la planta alta, dejando la Sala Capitular sobre la fachada principal.
Teatro Solís (1856)
Desde su inauguración, en 1856, el Teatro Solís siempre ha sido sinónimo de la cultura en Uruguay, asociado desde su propio génesis al proceso de construcción de ciudadanía e identidad oriental. Pieza elemental también en el skyline de Ciudad Vieja y, sin duda alguna, otra de las obras más importantes de la arquitectura uruguaya.
Es también el resultado de un complejo proyecto en el que participaron más de diez arquitectos, sumando conceptos y adaptaciones constantes, lo cual dificultó también su construcción. En tal sentido, la concepción del cuerpo central fue desarrollada por el arquitecto italiano Carlo Zucchi, mientras que arquitectos como Garmendia y César, Rabú, Altamirano y Cohe, Farina, Pascual, Giménez y Rocca continuaron el proyecto.
De corte monumental y con un lenguaje neoclásico republicano, el majestuoso edificio se concentra en las formas, denotando una fuerte influencia francesa que tuvo como cometido enaltecer la naciente república. Su constante intervención en las últimas décadas ha permitido su revalorización, adaptando al Teatro Solís a las más altas exigencias de las artes escénicas del siglo XXI, pero sin perder los valores patrimoniales de su esencia.
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Palacio Taranco (1908)
El Palacio Taranco, construido entre 1908 y 1910, es otro edificio de un gran valor histórico y cultural en la Ciudad Vieja. Durante la Época Colonial albergó la Casa de Comedias —el primer teatro que existió en Montevideo— y, a posteriori, el Teatro San Felipe. Además, desde 1972 es la sede del Museo de Artes Decorativas.
Se encuentra sobre una pequeña e irregular manzana frente a la Plaza Zabala, el edificio presenta una implantación excepcional. Fue el hogar residencial de los hermanos Félix, José y Hermenegildo Ortiz de Taranco, quienes llegaron a Uruguay a finales del siglo XIX, y su proyección fue encargada a los arquitectos franceses Charles Louis Girault (autor del Petit Palais de París) y Jules León Chifflot.
Emplea un lenguaje formal claramente inspirado en los estilos franceses del siglo XVIII, siendo una fiel representación del espíritu y las costumbres de la época. En su interior, los locales se distribuyen siguiendo el esquema aplicado en las grandes residencias del momento, con habitaciones en planta alta, locales sociales en planta baja y locales de servicio en el subsuelo. Una estructura que también refleja la concepción de la estratificación socioeconómica colonialista.
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Castillo Pittamiglio (1910)
Por su historia, valor cultural y excepcionalidad, el Castillo Pittamiglio es otra de las más destacadas obras de arquitectura en Uruguay. Ubicado sobre la Rambla de Montevideo, en Punta Carretas, el castillo fue la residencia del arquitecto, polifacético y excéntrico Humberto Pittamiglio, quien lo diseñó en 1910 y mantuvo en constante construcción hasta el último de sus días, en 1966.
Se trata de un edificio en extremo singular, distinguiéndose notablemente de su entorno citadino y sobresaliendo con dinamismo de su contexto urbano. Con un intenso lenguaje escultórico, en el que destaca, por ejemplo, una réplica de la icónica Niké de Samotracia en su fachada, esta ecléctica obra integra múltiples fragmentos y recursos formales de diversa procedencia.
Asimismo, tanto en el interior como en el exterior del edificio se incorporan también elementos de distintas artes plásticas, así como cuantiosos rasgos ornamentales que estimulan las rojas paredes de ladrillo en un intrépido juego policromático. La conjunción de todos estos fundamentos evoca con gracia a las obras de la Escuela de Ámsterdam.
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Palacio Salvo (1922)
Sin lugar a dudas, el Palacio Salvo es otro referente absoluto en el skyline montevideano y, junto con el referido Teatro Solís, otra de las obras de arquitectura uruguaya más importantes en la región metropolitana. Al otro lado del Río de la Plata cuenta con una edificación análoga del mismo arquitecto, el italiano Mario Palanti, aunque con una relevancia y un protagonismo considerablemente menor: el Palacio Barolo.
Aunque a los ojos de la contemporaneidad difícilmente se perciba al Palacio Salvo como un rascacielos, se trata de un edificio de altura que, en su momento, supo consolidarse como la torre más alta de toda América Latina y representar el inevitable avance de la modernidad, siendo un claro símbolo del progreso. En términos estilísticos, dialoga también con el lenguaje de múltiples construcciones contemporáneas de su época, especialmente con edificaciones norteamericanas de principios del siglo XX.
La obra, una de las más importantes entre las tantas que adhieren al art decó de Montevideo, propone un amplio basamento, tanto en extensión como en altura, e interactúa sensiblemente con la Plaza de la Independencia, por ejemplo, transformando y expandiendo su escala. Con sus amplias cúpulas abovedadas, centenares de ventanas y su inconfundible torre mayor, reposa a metros de la entrada principal de la Ciudad Vieja y conserva un vínculo muy especial con la cultura uruguaya, siendo el primer lugar en donde se interpretó "La Cumparsita" y en donde hoy se emplaza el Museo del Tango de Montevideo.
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Casa Reborati (1927)
Originalmente ideada como residencia de la familia Reborati, esta obra ocupa un lugar destacado entre las producciones de Ramón Bello y Alberto Reborati. Tanto por todo lo que representa como por las dimensiones del predio, su implantación, asociación y el singular lenguaje que caracteriza el edificio, la Casa Reborati es otra de las más destacadas obras de arquitectura en Uruguay.
El edificio consta de un alto basamento simétrico que sostiene la línea de edificación predominante en la cuadra, ubicándose igualmente retirada de dicha línea, exenta y elevada en relación con el nivel de vereda. Únicamente sus garajes y accesos se comunican directamente con la calle, detalle que denota una clara intención de mantener la vida interior aislada del espacio público.
En términos formales, el lenguaje de la obra guarda un estrecho paralelismo con la profusa obra de Bello y Reborati, especialmente concentrada en las zonas de Trouville, Pocitos y Punta Carretas, sorprendiendo gratamente a todo transeúnte atento al entorno. La casa ofrece un exquisito juego de volúmenes reforzado en sus galerías, porches, miradores e icónicas torres, incorporando también materiales y elementos de diverso origen, como vitraux, columnas, estucados y bajorrelieves que condensan su carácter ecléctico.
Casa Vilamajó (1930)
La Casa Vilamajó, hoy devenida en museo, fue la residencia familiar de Julio Vilamajó, uno de los arquitectos uruguayos más importantes de todos los tiempos. Entre otras cosas, Vilamajó integró el equipo de arquitectos consultores que realizaron la Sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, uno de los ejemplos de arquitectura moderna más destacados de la historia, junto con Oscar Niemeyer y Le Corbusier.
Diseñada en 1928 y construida en 1930, la Casa Vilamajó, es una vivienda de lenguaje moderno declarada Monumento Histórico Nacional. Ubicada en Parque Rodó, ocupa el predio en la esquina de Domingo Cullen y Av. Sarmiento, elevándose sobre la vereda e inserta en un borde cerrado, pero con jardines internos, modelados por desniveles, vegetación, un característico espejo de agua de influencia hispanoárabe y una escultura.
Su estratégico diseño confiere al volumen hueco el valor de unidad compositiva y la construcción se desarrolla en cinco niveles, donde la función de cada planta se revela con las distancias entre los apoyos de cada elemento estructural y su relación con los patios. Su carácter polisémico, en tanto, se refleja sobre las fachadas, donde Vilamajó apela al uso de un multiverso de códigos y lenguajes que se manifiestan en las simetrías parciales de sus columnas, coloridas molduras y ornamentación.
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Barrio Jardín (1936)
También ubicado en Parque Rodó, próximo a Pocitos y cerca de la Casa Vilamajó, el Barrio Jardín (antiguamente conocido como el Parque del Pueblo) es un microbarrio que destaca por su singular diseño y valor arquitectónico. El concepto fue desarrollado durante la década de 1920 por el arquitecto uruguayo Eugenio Baroffio, quien fuera director de la Revista de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos del Uruguay y del Círculo de Bellas Artes.
El Barrio Jardín proyectaba entonces un conjunto de viviendas que se relacionaban en forma simbiótica, dialogando entre sí a través del paisaje y un lenguaje claramente influenciado por la arquitectura moderna europea de principios del siglo XX.
Este proyecto comenzaría a materializarse en 1936, cuando otro destacado arquitecto uruguayo, Gonzalo Vázquez Barriére, trabajó en la edificación de un conjunto de casas que compartían determinadas características y con puntos de intersección en el art decó, como curvas, escaleras y balcones redondeados o ventanas ojo de buey. Estas viviendas, además, reposan sobre un caprichoso terreno con diversos relieves, así como manzanas, calles y pasadizos curvos.
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Palacio de la Luz (1952)
Se trata de otro icono del skyline metropolitano, objetivo planteado ya desde su concepción, considerándose un símbolo del progreso y el poder capaz de atestiguar un momento particular de la historia uruguaya en el que el país atravesaría una nueva etapa reformista, similar a la del primer batllismo. En tal sentido, el Palacio de la Luz representa el único edificio que alcanzó a construirse como parte del proyecto urbanístico de la zona noroeste portuaria, que nunca llegaría a concretarse.
La obra, donde se encuentran las oficinas de la Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE), fue diseñada en 1946 por el arquitecto uruguayo Román Fresnedo Siri, quien era entonces un funcionario de tal administración. Inaugurado en 1952, el edificio es comprendido como volumen unitario y constituye un prisma exento de todo ornamento o carácter monumental.
Con un lenguaje moderno y depurado, así como elementos minimalistas y brutalistas, el espacio interior es amplio y admite subdivisiones que le permiten una fácil adaptación a múltiples situaciones. Tiene, además, una inmejorable iluminación natural con ventanas que conectan la totalidad de la obra con el exterior, denotando una evidente noción moderna de la arquitectura para el trabajo.
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Plaza Armenia (1977)
La Plaza Armenia, emplazada en Rambla Armenia y 26 de Marzo, constituye uno de los tres monumentos incluidos entre las obras arquitectónicas más destacadas del Uruguay en función de su valor simbólico e interpelativo. Esta pieza, del arquitecto Héctor Vigliecca, fue construida como homenaje a la comunidad armenia de Uruguay en el 250 aniversario de la fundación de la capital e inaugurada en 1977.
El vigor del muro paralelo a la Rambla Armenia, la traza abierta en el terraplén expresa el arraigo de la comunidad armenia (una de las más importantes del país) en tierras uruguayas y el manto de flores que cubren el plano superior, son elementos que interactúan eficazmente para dar fuerza y espiritualidad al conjunto de la obra. De este modo, se plasma en pétrea y metálica huella el homenaje de gratitud hacia una colectividad que halló en Uruguay su segunda patria.
Con la simplicidad y convicción planteada en esta obra arquitectónica, se le otorga una expresividad y un atractivo que descubre un profundo enfoque poético y que, al tiempo que connota el estrecho lazo entre ambos pueblos, ofrece también un espacio de reflexión en donde cada año se conmemora el genocidio armenio.
Memorial del Holocausto del Pueblo Judío (1994)
Ubicado en la Rambla Presidente Wilson, este monumento en recuerdo del holocausto del pueblo judío fue desarrollado como parte de una convocatoria pública de la Intendencia de Montevideo, tras el llamado a licitación emitido en 1993 por el Comité Ejecutivo del Memorial del Holocausto del Pueblo Judío. Se trata de una obra que tuvo como objetivo el diseño del espacio, la forma de un lugar en donde —a través de la introspección—, la humanidad reflexione acerca de aquellos actos que debe reconocer y guardar en la memoria.
El proyecto fue adjudicado a los arquitectos uruguayos Gastón Boero, Fernando Fabiano y Sylvia Perossio, inaugurándose en 1994. Esta obra, una de las más importantes de la arquitectura uruguaya por su valor y significado, se constituye en granito rosado y consiste en un muro de 120 metros de largo erguidos con solemnidad en paralelo al río, sobre la rambla. El muro representa la historia del pueblo judío, interrumpido en su punto central con un gran hueco emplazado entre dos bloques de granito, los cuales simbolizan la tragedia del Holocausto.
Es “(...) el lugar de aquello que no debió tener lugar. No será el lugar de las palabras ni el de las imágenes, apelará a otra forma de elocuencia, sin riesgo de poder sentirse ajeno. Se trata finalmente de rescatar, con la máxima austeridad, una reflexión sobre el silencio ante lo inaceptable y ello más aún si referido a todo genocidio a todo crimen del hombre contra el hombre”, reza el detalle de la obra comentada en la sección "Concursos" de la revista Arquitectura (1993).
Memorial a los Detenidos Desaparecidos (2001)
Otro monumento conmemorativo que, por su importante valor simbólico y su función social, ha de incluirse entre las obras más importantes de la arquitectura uruguaya es el Memorial en Recordación a los Detenidos Desaparecidos. Este memorial, emplazado sobre el parque Carlos Vaz Ferreira del Cerro de Montevideo, está dedicado a la memoria de los detenidos desaparecidos de Uruguay durante la dictadura cívico-militar.
Desde una perspectiva paisajística, esta obra pone en valor las virtudes del paisaje que le circunda (el único parque agreste con desniveles, alta densidad agreste y accesible únicamente para peatones en la capital), con una intervención mínima en términos de caminería, equipamiento e iluminación. El acceso al memorial y su anunciación se caracterizan por un sinuoso trazado, contando con una senda de losas de hormigón que integran un amplio espacio sobre la ladera del Cerro montevideano, construyendo cierto sentido de peregrinación.
Su estratégica ubicación, además, crea un ambiente que denota privacidad y una gran vista al Río de la Plata. De este modo, el memorial, de lenguaje minimalista y abstracto, consta de un gran rectángulo que direcciona a la roca viva que le sostiene, soporte mismo de la memoria que revela su valor semántico, dejando ver su carácter simbólico: se busca la verdad.
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Complejo Torre de las Telecomunicaciones (2003)
Mejor (aunque erróneamente) conocida simplemente como “Torre de Antel”, el Complejo Torre de las Telecomunicaciones tiene otra silueta ineludible en el skyline de Montevideo. La sede de la Administración Nacional de Telecomunicaciones fue proyectada por el destacado arquitecto uruguayo Carlos Ott e incluye entre sus edificios, justamente, al rascacielos más alto de Uruguay.
El complejo tiene un total de seis edificios de un característico lenguaje moderno y diversos espacios públicos, otra obra que, como referimos en el caso del cercano Palacio de la Luz, tuvo entre sus objetivos inspirar la renovación urbanística del barrio La Aguada. Entre sus múltiples espacios públicos destacan sus auditorios, el Edificio José D'elía, el Espacio Avanza y la plaza anexa (que cuenta con un anfiteatro y una escultura de la artista uruguaya Águeda Dicancro), así como sus decorados, con obras de arte nacional.
Asimismo, es su referida torre de acero y cristal, con 35 pisos y 160 metros de altura, el edificio más importante y reconocible del complejo. Esta torre está constituida por dos volúmenes: uno inferior, que con su fachada curva hacia el sudeste alcanza hasta el piso 27; y otro superior, con forma de prisma triangular, con lados que forman un ángulo de 33 º y cuya cara opuesta se curva desde el piso 23, culminando en el vértice superior.
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Aeropuerto Internacional de Carrasco (2009)
Ubicado en el departamento de Canelones, el Aeropuerto Internacional de Carrasco Gral. Cesáreo L. Berisso es el más importante del país y el único que provee conexiones internacionales durante todo el año. En efecto, es considerada la puerta de entrada al Uruguay y guarda un destacado valor simbólico.
Este aeropuerto fue inaugurado en 1948 y, 55 años después, fue rediseñado por el reconocido arquitecto uruguayo Rafael Viñoly. La nueva terminal, concluida en 2009, modernizó por completo las instalaciones, transformándose en un verdadero hito de la arquitectura uruguaya, la alta calidad de servicio e innovación tecnológica, que representa la transformación del país.
El flamante y vanguardista aeropuerto prioriza las zonas públicas considerando la tradición regional de acompañar los seres queridos antes de partir. Estas zonas públicas y accesibles proveen amplios espacios abiertos con luz natural, restaurantes, comercios y jardines bajo la singular curvatura de su cúpula. Los arribos (planta baja) y las partidas (planta alta) se separan por niveles, mientras que la extensa cubierta blanca, una sola curva que emerge desde el suelo, dialoga con el contexto y la arquitectura de la región, inspirada en las ondulantes dunas que caracterizan la costa de Uruguay.
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Antel Arena (2018)
El complejo polideportivo y multifuncional, primero y único en Sudamérica con la capacidad de satisfacer los estándares internacionales, es un espacio de gran carácter simbólico, alta calidad urbana y paisajística que fue ideado con el objetivo de promover la integración social en su entorno, siendo además una de las más destacadas obras de arquitectura uruguaya.
Con capacidad para 15 000 espectadores, esta moderna plataforma se caracteriza por una versatilidad extraordinaria que no puede encontrarse en ningún otro lugar de la región. Su inmejorable acústica, los materiales empleados en su construcción, su mobiliario, disposición de sus diversos espacios, las características de las salas y su climatización son algunos de los fuertes de esta obra, inaugurada en 2018 en la antigua ubicación del Cilindro Municipal de Montevideo.
El edificio, obra de los arquitectos uruguayos Pablo Bacchetta, José Flores y Rodrigo Carámbula, posee una envolvente traslúcida diseñada con un sistema de fachadas Danpatherm en color opal, transformándose en una brillante caja de luz por la noche gracias a sus fachadas de policarbonato Danpalon con sistemas LED, y en un espacio desbordante de iluminación natural durante el día, con cámara de aire generada por el sistema de doble pared Danpatherm.
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Don Majestic Hotel (2019)
De un lenguaje moderno, carácter lujoso e innovador, el edificio del Don Majestic Hotel, en el departamento Maldonado, es otra de las obras más importantes de la arquitectura de Uruguay. Con una silueta integrada al skyline de Punta del Este, este opulento hotel destaca entre las torres del balneario.
Se trata de una obra del estudio Guevara Ottonello Arquitectos que recientemente fue reconocido con el premio Innovative Architecture en la edición de los Iconic Awards 2020, otorgado por el German Design Council de Múnich. Esta enorme y futurista estructura de líneas curvas revestida en vidrio es el primer edificio uruguayo en recibir ese reconocimiento internacional.
Esta obra tuvo como objetivo poder generar un impacto con un edificio llamativo y original. Para su diseño, el equipo se inspiró en las formas y las líneas de la naturaleza, así como en el trabajo del influyente arquitecto moderno brasileño Oscar Niemeyer, quien decía que “está hecha de curvas”. El vidrio que recubre el edificio permite que desde cualquiera de sus 52 habitaciones la iluminación natural sea insuperable y que se integre armónicamente con su entorno.
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