Recién entrada en el tramo final de la carrera, Nadia combina la exigencia de los cursos con su trabajo técnico en la IM y un entramado de apoyos familiares e institucionales que la acompañan desde la educación media.
En esta entrevista, comparte cómo fue encadenando oportunidades en su formación, qué encontró en la carrera y qué mensaje le daría hoy a quienes están pensando en postularse a una beca para estudiar Arquitectura en ORT.
Procesar el camino: Arquitectura, IM y el final de la carrera
Hoy, Nadia cursa el octavo semestre de la carrera de Arquitectura y se prepara para el último año formativo. Al mismo tiempo, trabaja en el Departamento de Regulación Territorial de la Intendencia de Montevideo, donde colabora en la revisión de proyectos vinculados a la instalación de comercios e industrias.
En la pasantía, su tarea consiste en realizar una primera lectura de los expedientes que llegan al área, verificar requisitos básicos y cargar la información en el sistema antes de que pasen a los técnicos de planta. En paralelo, estudia la normativa aplicable: “Tenés que leer la normativa y tenés que estudiarla un buen rato, porque es larga”, cuenta, señalando que se trata de un trabajo muy de oficina, caso a caso.
Ese cruce entre estudio y práctica es, para ella, una pieza clave en este tramo: “Siento que es un gran factor para que te reciban a futuro”, afirma.
Del Liceo Jubilar a ORT: becas y una vocación temprana
La historia de Nadia con la educación media empezó en la periferia de Montevideo. Tras una infancia marcada por la timidez y una relación ambivalente con la escuela, el pasaje al Liceo Jubilar Juan Pablo II supuso un cambio de escenario. Allí, cuenta, encontró un entorno exigente pero cercano, donde el seguimiento académico convivía con el acompañamiento a las familias y el trabajo sobre valores.
Además de las clases, el día a día incluía tareas compartidas de cuidado del espacio: “Había una lista de barrer el salón y cada día dos estudiantes se encargaban. La idea era que entre todos mantuviéramos el liceo limpio y que las nuevas generaciones también pudieran disfrutar del mismo lugar, en las condiciones en que nosotros lo recibimos”, recuerda. Ese compromiso cotidiano le dio un fuerte sentido de pertenencia: “Se preocupan vos, tu familia, el espacio… Eso genera mucho orgullo entre todos”.
El Jubilar abrió otras puertas. A través del Espacio de Permanencia y Acompañamiento (EPA), pensado para exalumnos que continúan sus estudios, pudo postularse a becas en distintos colegios privados. Así llegó al Colegio Sagrada Familia, donde cursó cuarto, quinto y sexto de liceo. Paralelamente, el Jubilar la apoyó con una beca económica que le permitió afrontar durante los primeros años de facultad gastos como maquetas e impresiones.
La vocación por la arquitectura, sin embargo, había aparecido incluso antes. De niña, cuando su padre hizo reformas en la casa familiar, decidió dibujar cómo le gustaría que quedara. A este respecto, recordó:
“No hacía dibujitos en 3D; hacía planos. Marcaba dónde quería la cocina, los muros… y me encantaba”.
A partir de ese momento, siguió imaginando posibles casas propias o ajenas: “Así fue como quedó la arquitectura: dije ‘esto es lo mío’”.
En sexto de liceo, la posibilidad de la Universidad ORT Uruguay apareció casi como una coincidencia afortunada. Hasta entonces, no existía convenio con el Jubilar; justo el año en que ella terminaba, la universidad ofreció dos becas completas —una para carrera corta y otra para carrera larga—. Nadia se presentó a la opción larga: la carrera de Arquitectura.
El proceso implicaba una prueba de lectura y razonamiento lógico-matemático. A pesar de la exigencia del año lectivo, los parciales y los nervios, se presentó: “No es un parcial de filosofía ni algo que resulte imposible; es lógico, no es algo con lo que te vayas a estresar”, explica.
Cuando recibió el correo de confirmación, el cierre del año estuvo marcado por esa noticia: “Saltaba por todos lados. Sentí que era como una señal: justo apareció cuando realmente la necesitaba”.
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Estudiar Arquitectura en ORT
Instalada en ORT, Nadia tuvo claro desde el inicio que su camino era la arquitectura. A lo largo de la carrera, fue afinando sus intereses entre talleres, asignaturas técnicas y materias teóricas.

Una de las experiencias que, según relató, más la marcaron, fue un curso de historia de la arquitectura antigua, centrado en lo neoclásico, el barroco, el rococó y el gótico, dictado por la Arq. Andrea Castro. Y a este respecto, reconoció:
“A mí lo que más me gusta de la arquitectura es todo lo que tiene que ver con patrimonio: lo antiguo, la ornamentación, los detalles, el simbolismo. Me tira más lo viejo que lo nuevo”.
En contraste con otras asignaturas de historias más contemporáneas, ese recorrido por estilos y símbolos le permitió unir arquitectura y cultura de una forma que la entusiasmó especialmente.
En esa misma línea, descubrió también un interés creciente por el acondicionamiento sanitario, al punto de proyectar hacer un curso específico en esa área una vez finalizada la carrera. No se define como una estudiante particularmente “artística” al dibujar: “Soy más técnica que creativa. A mi hermana le gusta dibujar a mano; a mí me gusta dibujar con la regla”, explica. Por eso, valora especialmente contar con tiempo y calma para el trabajo de proyecto: probar líneas, corregir, ajustar.
En el plano de la experiencia cotidiana de aula, entre otras cosas, valora la escala de los grupos y la cercanía con los docentes en comparación con otras opciones. Con amigas que estudian en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República (Uruguay), y con la experiencia de convivir con una arquitecta allí formada, conoce de cerca otro panorama, con clases masivas y auditorios llenos.
En su caso, Nadia subrayó la posibilidad de ver el pizarrón, hacer consultas y continuar el intercambio más allá de la clase: pequeñas diferencias que, sumadas, alivianan la carga del estudio.
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Barrio y urbanismo: pensar Casavalle desde la arquitectura
En los últimos años, a su interés por el patrimonio se sumó una afinidad inesperada por el urbanismo. La asignatura de Teoría y práctica del urbanismo, y luego el Taller de Urbanismo, dictados por el Arq. Octavio Bombaci, fueron decisivos. En tal sentido, comentó:
“Me encantó ir a estudiar un sector, ver cómo está el arbolado, pensar un plan de mejora, proponer cambios. Es algo nuevo y me está gustando muchísimo”.
Desde esa mirada, el barrio vuelve a aparecer como tema. Nadia creció en Gruta de Lourdes, Casavalle, que describe como una periferia sin edificios patrimoniales, pero con desafíos urbanos evidentes.
“Una vez iba por ahí y pensaba: me encantaría hacer un plano, un master plan de Casavalle, ver cómo está y qué haría para mejorarlo”, relata. Por ahora, la idea se mantiene en el terreno de los pasatiempos, como un ejercicio que le gustaría hacer por iniciativa propia.
Aunque no se considera una gran usuaria de herramientas de inteligencia artificial, no descarta explorarlas como parte de ese tipo de ejercicio para imaginar escenarios y visualizar alternativas. El hilo conductor, sin embargo, sigue siendo el mismo: usar lo que aprende en la carrera para pensar mejoras concretas en el territorio que conoce.
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Apoyos, redes y experiencias que sostienen el estudio
Si algo atraviesa el relato de Nadia es la presencia constante de apoyos. En primer lugar, la familia y, en particular, su hermana, que es una de sus principales referentes a la hora de pensar proyectos y tomar decisiones. Más allá de lo económico, el apoyo cotidiano aparece en forma de conversaciones y preguntas: “Estoy haciendo una tarea y estoy en duda: ‘¿usarías este baño?’, ‘¿te parece bien esta idea de proyecto?’. Ella siempre está ahí”, cuenta.

El Liceo Jubilar también se mantiene como una referencia viva. Más allá de la etapa de estudiante regular, el vínculo continúa a través del EPA, espacios de voluntariado con generaciones más chicas y la posibilidad permanente de volver: “Aunque hayas egresado o hayas dejado de ir, las puertas siempre están abiertas; si necesitás hablar, tenés psicóloga, acompañamiento. En mi caso, además, tuve una beca económica que me ayudó con materiales en los primeros años de facultad”.
Las amistades ocupan otro lugar central. Sus amigas estudian Arquitectura en FADU-Udelar y fueron clave en momentos fundamentales, como cuando, poco tiempo atrás, atravesó un problema de salud que la obligó a dejar de asistir a clase durante un mes. Esa pausa implicó rearmar grupos de trabajo y reorganizar la cursada. “Fue una situación complicada y me separé de mi grupo de facultad. Mis amigas estuvieron ahí todo el tiempo, escuchando, diciéndome que no era el fin del mundo, ayudándome a pensar alternativas”, recuerda.
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Mirar hacia delante: pasantías, reformas y futuros proyectos
Cuando mira cinco o siete años hacia delante, Nadia no imagina un único camino. Le gustaría, en algún momento, emprender en el sector vinculado a reformas de viviendas, conservación de patrimonio o proyectos donde pueda combinar lo técnico con lo sensible. “Me gustaría emprender en algo de reformas de casas o de patrimonio, mantenerlo… me reacompaña esa idea”, dice.
A corto plazo, la prioridad es sumar experiencias que fortalezcan su práctica profesional y profundizar en áreas técnicas que la interesan, como las instalaciones sanitarias. En paralelo, le gustaría seguir estudiando otras cosas que se sumen a la formación en Arquitectura, sin perder de vista el vínculo con su barrio y con las instituciones que la acompañaron hasta acá.
Cuando se le pregunta qué le diría a alguien que hoy está en la situación en la que ella estaba en 2021 —buscando información sobre carreras y becas, quizá desde un liceo como el Jubilar—, su respuesta apela a la convicción y a la decisión de aprovechar las oportunidades:
“Si tenés una oportunidad, tomala. Aunque te dé miedo la prueba o no te creas capaz: postulate igual. No es algo imposible. A veces es solo decir ‘sí’ y darle para adelante”.
En ese gesto se condensa buena parte de su historia: una cadena de instituciones, becas y acompañamientos que abrió puertas concretas, pero también una voluntad de asumir cada oportunidad como un paso más en un camino propio.
La Facultad de Arquitectura de la Universidad ORT Uruguay celebra el camino de Nadia, un auténtico ejemplo de resiliencia y de cómo pelear por las oportunidades y el futuro, sin olvidar de dónde venimos y de qué estamos hechos.